miércoles, 2 de octubre de 2013

CAP 16

– La mujer en el río

A unos dos kilómetros, una flota de barcos estaba preparada para la batalla. La había visto con mis propios ojos durante la noche en la que la subida del río me sacó de aquel pozo y luego de la isla.
Se llevo muchas cosas, entre ellas a William. Mientras regresaba a la isla para refugiarme di con aquello que no olvidaré jamás. Algo tan increíble y fantástico, como profundo y misterioso: una mujer.
A medida que me acercaba a ella la niebla alrededor se disipaba. También la lluvia, que tiraba las últimas gotas, como una llovizna. Un tono azul pintaba todo el ambiente, incluso a esas espesas formas que se movían en el aire, como baba de diablo. Cortinas de un extraño humo se abrían a medida que avanzaba por el río. Como si nunca nadie las hubiese atravesado aún. Estoy seguro que la tierra esta llena de lugares inexplorados como este. No es la luz la que cambia, es mi percepción la que me permite ver mejor lo que antes era difuso. Como esta historia, soy yo el que va mutando, es mi percepción (y la de ustedes) la que nos da permiso para entender lo que sucede. Solté el remo y me pare sobre el bote, ya no era yo el que controlaba el curso. Algo debajo de mi nos sostenía a mi y al bote. Tal vez es lo que tendría que haber hecho hace rato, soltar la idea del control; como si un humilde y único remo podía ser más significativo que la fuerza del río, el viento, o cualquiera de los acontecimientos a los que me veía sometido.
Más adelante, lo que parecía ser un camalote gigante, se convertía en una cara a medio sumergir. Una mujer, más bien una niña, me observaba. No una niña cualquiera, un ser gigante me observaba inmóvil, y me llevaba con ella.
Estuvimos quietos unos cuantos minutos, yo la miraba tan extrañado como ella a mí. Nuestra larga pausa fue interrumpida por un sutil movimiento de su cara, saliendo para respirar.
Tenia, según mis cálculos, unos 130 metros de largo, aproximadamente. Pelo ondulado, alisado por el agua, el río y la humedad. Con un Frizz incontrolable, que apenas en su flequillo se liberaba un poco. Pecas, millones, como las chispas de luz en el agua, parecían titilar. Fue imposible descifrar su edad real, su tiempo era muy diferente al nuestro, no había años; por la escala de su tamaño había, talvez, siglos. Aparentaba ser una niña de unos 13 o 14 años, pero no nos confundamos con las apariencias, su mente era mucho más compleja.
No se bien si era miedo lo que tenia, pero si un asombro que no conocía, más algo de cansancio. Estaba bastante afectado por la perdida de William y el descubrimiento de la cercanía de la flota de guerra anglo-francesa. Sin embrago, y en presencia de algo tan majestuoso, era una extraña serenidad lo que me dominaba. Llegue a bostezar del cansancio, cuando aun no habíamos cruzado palabra.
Vi como sus pupilas se dilataban y contraían al mirarme. Me senté en el bote, no podía evitar cabecear, mis ojos se cerraban. No había tenido descanso desde el momento que había llegado a la isla. Mi cabeza dio un par de giros, no aguantaba más.

- Esta bien, podes dormir un rato – me dijo

Me tire en el bote, hacia arriba veía los árboles tapar todo el cielo, a mi lado una mujer gigante me observo hasta que caí dormido.

lunes, 9 de septiembre de 2013

CAP 15

El río – segunda parte

El bote seguía colgado donde lo había visto la última vez, el agua alcanzaba a tocarlo un poco y lo tironeaba, se lo quería llevar como a la mayoría de las cosas alrededor. No vi rastro alguno de William, grite, lo llame, pero nada, el agua se lo había llevado como a tantas cosas. Me despedí en silencio mientras caminaba hacia el bote, no tenía mucho tiempo, las olas no dejaban de subir y arrastrarlo todo; árboles, ramas, el campamento entero, solo sobrevivían las enormes esculturas de piedra ancladas a la tierra. El mismo río que me había ayudado a escapar del León unos episodios atrás también me había sacado de ese pozo donde éramos prisioneros.
Tome los remos que estaban colgados, junto a otra cabaña, y desate el bote. Me subí muy torpemente y comencé a remar pero fue en vano. La corriente me llevo por donde quiso, cada vez más adentro de la isla. En algunos momentos lograba aferrarme a algún árbol, pero siempre era imposible resistir más de 3 o 4 segundos, el bote me arrastraba por donde el río quería. Luego la velocidad comenzó a disminuir. Entonces vino el regreso, igual de abrupto, las olas volvieron con la misma fuerza por donde subieron y me llevaron con ellas
La lluvia se hizo más intensa, no se veía por donde avanzaba, y el bote no dejaba de golpearse contra cosas que no podía identificar. Golpe tras golpe, pero cada vez con menos frecuencia. Los movimientos se tornaban menos violentos, la velocidad disminuía, y los pocos árboles que veía comenzaban a desaparecer. De pronto veo algo que no olvidare jamás. La lluvia espesa se despeja lentamente y puedo ver que el bote comienza a alejarse. El río me había sacado de la isla y devuelto al canal principal. No más movimientos abruptos del bote, por el contrario, una extraña calma se apodero de mí por unos segundos. Solo el ensordecedor ruido de la lluvia pegando contra el río. A lo lejos veo unas luces muy altas. Imagino que es el puente, que estaba al fin de regreso. Pero no. Me cubro la cara con mi brazo e intento ver que hay en torno a esas luces precarias, a unos 2 kilómetros más o menos . No lo podía creer, era una imagen tan imponente como aterradora. Una flota de barcos y buques anclada en las cercanías de la orilla, frente a la isla, esperaba el cese de la lluvia para seguir avanzando. Alrededor de unas 100 naves, entre grandes y chicas. Habría en esas embarcaciones unas 800 personas tripulándolas. Yo había quedado expuesto casi en medio del canal del río, un poco camuflado por la lluvia, junto con mi bote y unos de los remos. No se en que momento del naufragio que me saco de la isla perdí el otro. Comencé a remar en dirección a la isla, nuevamente.
Una flota anglo-francesa se formaba para dar batalla. Sabía perfectamente que este momento llegaría, no pensé que seria sin la compañía de William. De seguro los barcos habían anclado esperando noticias e instrucciones de él. Tal vez era el encuentro en el que entregaría los mapas que yo le había robado la noche que me escape, haciendo una travesura patriótica. Los mapas eran un relevamiento geográfico contundente para la batalla.
No hay rastro de los nativos, tampoco de mi mochila ni mi cuaderno. Seguí con el bote recorriendo la orilla. Aún no había parado de llover, ni tampoco amanecido. Solo quería dormir, descansar, recomponer energías y ver como me salía de toda esta fantasía en la que estaba atrapado. También necesitaba comer, el alimento que nos proveían los nativos me había consumido el estomago, esa misma noche vomite un poco, entre nerviosismo y desesperación.
Me rendí en una curva del canal, cansado, ni siquiera sabia que buscaba. ¿Los mapas?, ¿el viejo?, ¿el León?, ¿el cuerpo de William?... ¿Qué?. Avance un poco más, la lluvia espesa parecía flotar en el aire, había de esa “baba de diablo” volando alrededor, y el clima se torno azulado. Ya había estado allí. Conocía esa sensación en el aire. Alguien gigante estaba cerca.


CAP 14

El río – primera parte

A ese rudo inglés de mitad de siglo 19, algunas noches, lo podía ver desecho, contraído, como a cualquier otro humano. No era amor lo que sentía, sino un  sentimiento de perdida lo que lo destruía. Willam lloraba en silencio. Los días pasaban, y su esperanza de reconquistar a la mujer que dejo esperando se diluía.
Mientras, en mi tarea de ilustrador, lograba acercarme más a Clisa. Las últimas 5 noches consecutivas habían sido de intenso trabajo. Me sacaban del pozo por las noches, me vestían, dibujaba, y las hojas terminadas eran arrancadas de mi cuaderno. Al devolverme a mi prisión lograba traspasar un breve recuerdo de lo que había sucedido. Así, cada noche al descender al pozo, veía a ese otro prisionero, extraño. Ahí estaba, atado, casi desvalido. Su mirada, aunque débil, era penetrante. A lo largo de esa semana note como cobraba nuevo vigor, como sus heridas sanaban, y como su actitud al observarme se tornaba persuasiva.
Con el correr de las noches, también, William se volvía más violento, impaciente. Esperábamos el momento para hacer nuestra jugada, tomar el bote y escapar. Pero eso nunca sucedería, las cosas se precipitaron abruptamente de un momento a otro y tuvimos que improvisar.
Fue en una noche de lluvia intensa como no había visto nunca hasta entonces. Recientemente en la ciudad donde vivo, La Plata, tuve la misma experiencia; el día después de la lluvia todo estaba revuelto, el agua se llevo y trajo cosas que jamás hubiésemos imaginado.
Esa noche, en la isla, la lluvia fue muy similar. Afuera los nativos se movilizaban rápidamente, los gritos eran de auxilio y ordenes, había mucho movimiento, y parecía que nadie se acordaría de nosotros. La lluvia aumentaba y ya poco se escuchaba el sonido de personas arriba. Con Willam gritamos desesperados, e intentamos lo que no habíamos hecho hasta entonces para escapar, nada funcionaba. Unos segundos antes de la catástrofe aparece él, nuestro pequeño guardia cárcel, nos quita la tapa que nos mantenía encerrados y huye (llevaba consigo mi mochila y mis cosas). Sin embrago no podíamos llegar a la superficie por lo profundo del pozo. El río Paraná desbordo, imagine que estábamos cerca de la costa por lo rápido que fluia el agua. Una ola salvaje se metió en nuestra celda subterránea. Mientras subía el nivel y la desesperación dentro del pozo, “subía”, también, la posibilidad de escapar. El agua se metía rápidamente, traía consigo ramas y barro. La lluvia intensa hacia lo suyo, nos impedía ver hacia arriba en la medida que el nivel del agua nos levantaba.
- Now, we jump and go for the boat
William trepo primero, tenia mejores habilidades. Pensé que me dejaría allí y huiría, pero no. Calculo que necesitaba de mi para dar con los mapas que le había robado antes de que nos atraparan. Una vez arriba fuimos libres, no vimos nada ni nadie alrededor, solo destrucción y caos avanzando hacia nosotros, la fuerza del agua arrancaba árboles y movía piedras. Debíamos huir con urgencia, trepar a lo alto de un árbol no nos aseguraba sobrevivir. Fue ahí cuando me di cuenta, cuando vi una pequeña cabeza intentando respirar junto a un árbol (era Él ), ese otro prisionero misterioso. No podía dejarlo morir ahí, al fin y al cabo no me había hecho nada.
- there is no time!!
“Anda por el bote, y te alcanzamos”, le dije, entre señas y mi inglés muy básico.
Camine hasta el árbol como pude, en medio del camino la fuerza de la corriente me voltio varias veces, cuando llegue ya casi era tarde.
No podía desatarlo, llevaba cadena y candado, y la velocidad del agua era muy fuerte. La fuerza de una ola gigante termino por arrancar el árbol, y recién ahí pudimos escapar, pasando su cadena por debajo de las raíces. Estábamos a unos 20 metros de Willam y el bote, y el río se ponía salvaje.
Le señale la dirección en la que el bote estaba, pero este extraño personaje hablaba mejor el castellano de lo que yo suponía. Antes de tomar en otra dirección me dijo:

-         Nos vemos pibe, yo estoy acá por otra cosa.

jueves, 15 de agosto de 2013

CAP 13


- Ceremonia

Fue mucho trabajo conseguir la confianza de los nativos que nos tenían cautivos en aquel pozo. Fueron horas de dibujo y buena predisposición. Unos cuantos días después comenzaron a dejarme subir y trabajar para ellos, pero solo a mí. William no mostraba mejoras en su comportamiento austero y primitivo. Estaba enojado, resentido, pasaban los días, y su misión se diluía.
Tuve que tallar algunos instrumentos de cocina en madera, construir un pequeño puente por encima de un canal que se metía en la isla, y avanzar en mis dibujos. El niño que me custodiaba y seguía a todos lados me había contado los planes que tenían conmigo, debía dibujar a su deidad más alta, a Clisa.
No iba a ser tan sencillo, primero debía ganarme la confianza de todos. Mientras me llevaban de lado a lado de la isla podía escuchar, cada tanto, el rugido del León a lo lejos. Algunos eran rugidos de furia, pero otros eran claros sonidos de dolor, debía estar aun herido por la lluvia de flechas que nos ataco unas semanas atrás.
Por las noches retornaba a nuestro pozo, lograba robar algunas frutas para llevarle al ingles, que no corría la misma suerte que yo, en cuanto al trato con los nativos. Yo tampoco quería tenerlo en contra, si de alguna manera íbamos a salir de esa situación era juntos. En los días previos a conocer a Clisa tuve especial precaución en controlar y registrar las costumbres, horarios y movimientos de todos. Pudimos hacer un pequeño mapa para marcar donde estábamos respecto de mi bote y otros elementos que necesitábamos. También note que no éramos los únicos cautivos, pude ver muy fugazmente que alguien estaba atado a un árbol, unos metros más allá.
En medio de una noche sin nubes, y con la luna llena y luminosa, me sacaron del pozo, me vistieron con la misma ropa de aquella ceremonia y me llevaron a un sitio que no había ido hasta entonces.
Se abrían los arbustos a nuestro paso, la claridad de la luna dejaba ver lo necesario, éramos 4 nativos y yo, me sorprendió que el niño no estuviera con nosotros, fue por eso que pensé la cercanía de mi muerte en sacrificio. Dimos un par de curvas, así que no pude distinguir en que parte del asentamiento estábamos.
Cuando llegamos la vi, estaba sentada sobre un tronco, la luz la iluminaba por completo. Hacia calor, yo traspiraba por la velocidad a la que habíamos llegado, ella estaba casi desnuda. Uno de los nativos (el más grande de ellos) me dio mi cuaderno y se quedo conmigo, de un solo empujón de mano me sentó en mi sitio, y me señalo mi cuaderno. No hice otra cosa que dibujar. Ella era pálida, aunque la poca luz no me dejo ver demasiado. Más que pálida su color era de ese verde que traslucen las venas en las personas con piel muy fina, sus pupilas eran más grandes que la apertura de sus ojos, un poco más larga que lo común, no pestañeaba, no se movía, no emitía sonido. Tenia puesta unas telas y ropajes con infinidad de colores y formas, apenas la tapaban. Fue un momento surreal, extraño.
Era tan diferente este Ser que pensé la posibilidad de que fuera de otra época, diferente a la nuestra, inclusive a la mía. Pero parecía dormida, pesada, como si no solo perteneciera a otro momento, sino que también estuviera en él
La dibuje con esa distancia, y ese respeto. Ella no me miro en ningún momento, tampoco se perturbo por mi presencia, fue indiferente, pero de un modo muy elevado.
Termine y me llevaron de regreso, en el camino arrancaron el dibujo del cuaderno. Mientras me introducían de nuevo a mi pozo, donde me esperaba William, vi un viejo de unos 60 años mirarme desde aquel árbol. La expresión de sus ojos daba miedo, sus cicatrices y aspecto también, daba la sensación de que de no estar atado a ese árbol ya nos hubiese matado a todos.

jueves, 8 de agosto de 2013

CAP 12


- Clisa

Pasamos encerrados en el pozo unas dos semanas. Nuestro pequeño guarda cárcel nos suministraba comida y hojas de mi mochila que ellos custodiaban. Algunas veces me acercaban mi cuaderno con algún pedido específico, plantas, árboles, animales. Gracias a este extraña interacción logre conocer una gran parte de la flora y fauna de la región, algo de lo que me movió a venir a la isla en un primer momento estaba sucediendo sin quererlo. Fue así que dibuje los peces multicolores que me traían, flores increíbles que no volví a ver, frutas fantásticas y deliciosas.
El tiempo que pasamos en ese pozo junto a William fue una prueba de supervivencia, de tolerancia y paciencia. No podíamos hacer otra cosa que confinarnos a un golpe de suerte, o un descuido. Pero nada de eso iba a pasar. Nuestro plan nos proporcionaría algunos de los elementos que necesitábamos para seguir adelante, pero las cosas iban a ser más extrañas de lo que podíamos especular. Jugar con la fantasía es jugar con la posibilidad de que la fantasía juegue con nosotros, y así lo hizo en cada oportunidad.
A la segunda semana nos arrojaron una soga, las indicaciones desde arriba pedían que William subiera primero, luego yo. Cuando trepaba los últimos centímetros pude ver a la multitud organizada. Estaban vestidos y ornamentados para una ocasión especial y éramos los invitados colados en la fiesta. Nos sujetaron por las manos a un árbol y algunas mujeres nos cambiaron la ropa. William no dejaba de insultar en inglés, yo no dejaba de agradecerles en castellano. Nos sentaron y maniataron al banco de una de las últimas filas, al lado nuestro se encontraba nuestro pequeño guardia cárcel, con una sonrisa nos convido de unas frutas que traía en su morral. Lo que para nosotros era la prisión, para él era un juego.
Fue luego de comer, en ese momento (luego de terminar la fruta) noté que muchos de mis diseños se habían aplicado como ornamentos de la ceremonia. Algunos hombres danzaban junto a los tambores. Podía distinguir entre ellos una clara jerarquía de rangos, en lo más alto de su organización un banco vacío aguardaba. William insultaba, comía, y volvía a insultar. Entre pausas no dejaba de observar alrededor, fue él quien a lo lejos diviso mi bote, bueno, el de mi primo. Lo íbamos a necesitar para llevar nuestro plan de fuga adelante. Aún faltaba para ese momento, sin embargo el tiempo corría a nuestras espaldas.
Sonaron unos vientos, como tubos o cuernos, los tambores se intensificaron hasta un abrupto silencio. Alguien entraba en el fondo, todos se pararon. El niño a mi lado saco de su morral mi cuaderno de bocetos, paso las páginas hasta la última dibujada, y en la siguiente hoja en blanco me señala a la persona que está entrando en el fondo, es una mujer. Saca un lápiz del bolso, haciendo un ademán de dibujar señala mi mano, luego a la mujer, y dice:
- ¡Clisa!

viernes, 5 de julio de 2013

CAP. 11

– Rehenes

William me odiaba. Yo había robado sus mapas (más algo de pólvora), y por mi culpa nos habían atrapado después sobrevivir del ataque del León. Este bien, les confieso que las cosas se tornaron un poco fantásticas últimamente, pero esto no es nada comparado a lo que nos esperaba más adelante. “Something” me maldecía a cada paso, casi susurrando, con su acento ingles no dejaba de insultarme. Sus manos sobre la cabeza, en una de ellas tenia un pequeño dibujo de su amada, en la otra apretaba su reloj de bolsillo.
Un grupo de nativos de la zona nos tenían cautivos. Estaban camino de regreso de una expedición a la costa. Dos de ellos llevaban a cuestas mi bote “cósmico”, aquel que me presto mi primo Pablo para llegar a la isla. Verlo fue esperanzador y a  la vez gracioso; solo se veían los pies de esas personas tambalear con el bote sobre sus cabezas. Era mi carta para escapar de tanto lío. Un poco más atrás otro grupo de aborígenes llevaba nuestras cosas: mi mochila y el fusil de Willam.
A medida que caminábamos por la selva se mostraban a nuestros ojos especies increíbles de vegetación y flora. Las esculturas gigantes se volvían más frecuentes. Si bien sabía que mi vida corría un riesgo bastante considerable, no podía dejar de maravillarme por el paisaje ni la circunstancia. Los colores se tornaban más fantásticos en la medida que avanzábamos.
Cerca de allí una inminente batalla estaba en puerta. Tropas francesas e inglesas avanzaban por el Paraná para buscar puertos seguros donde vender sus mercaderías. La pelea iba a ser dispar. Ya llegaremos a ese punto. Mientras tanto William Churchill debía llevar un relevamiento de la zona y acercarlo a sus superiores, que lo esperaban en los buques para alinearlos contra las fuerzas enemigas. Solo una vez terminado este periplo podría regresar a su país y reunirse con su amada.
Claro que no esperaba que un León le impidiese avanzar por la isla, ni que un dibujante que nacía 170 años después le robara sus mapas. Eso ni yo lo esperaba. Ahora nos veíamos envueltos ahora éramos rehenes de un grupo de nativos. Alrededor de unos 100 hombres que parecían vivir tranquilamente de la caza y la recolección.  Llegamos a un asentamiento, estamos en medio de los preparativos de una fiesta. Vestimentas coloridas y finos ropajes cuelgan de las tiendas y tolderías.
La primera noche la pasamos atados a unos árboles. No pude comer nada de lo que me dieron, luego me fui acostumbrando, pero tuvo consecuencias desastrosas.
Note que cuando revisaron mi mochila observaron con detenimiento mi cuaderno de bocetos. Uno de ellos me señalo y menciono una de las pocas palabras que oí decirles: “Clisa”. Luego me di cuenta que gracias a eso nos mantuvimos vivos unos días, sino, probablemente, nos hubiesen matado.
Al otro día nos confinaron a un pozo bastante profundo. En las alturas nos vigilaba un pequeño niño que nos suministraba comida, hojas y lápiz. Esos días en prisión nos unieron un poco junto con el inglés. Ambos dibujábamos para pasar el tiempo. Compartimos algunas historias, y le pedí disculpas. Me dijo que de ahora en más le debía un favor, y que estaba disculpado.
Notamos que nuestro pequeño guardia de celda parecía estar dormido.
William me mostró su reloj y me contó los días que faltaban para la llegada de los buques a la costa. Esa noche elaboramos un plan para escapar. 

lunes, 17 de junio de 2013

CAP. 10

– Parte de un secreto

Hoy me levante, hace bastante frío en esta época en La Plata. Hace poco logre vender algunos dibujos y entre otras cosas compre el vidrio de la puerta del fondo de mi casa, la que da al patio. Estaba roto desde la vez aquella en que entraron a robarme y, entre otras cosas, se llevaron lo poco que tenia. Prepare el mate y organice algo de unas clases y talleres que doy en la semana. También con algo de ese dinero le compre a mi amigo Juan una estufa, que instale yo mismo, hace una semana, mientras tenia un episodio de fiebre que me dejo en cama unos días. Acá estoy, viviendo mi vida. Mientras suena música puedo escuchar entre tema y tema el sonido del agua hervir en la cocina. Siempre me pasa, siempre me olvido. No les voy a mentir, no lo hice hasta ahora, no veo porque hacerlo con esta parte de la historia; vivo bastante tranquilo en esta ciudad. Lo que gano con mis dibujos y como docente me permiten hacer de mi vida lo que quiero, que es, casualmente, eso mismo. Bastante de lo que se me da la gana, y un poco de responsabilidades que me regulan y me movilizan, de no tenerlas, de seguro muchas veces ni me levantaría de la cama.
Cuando tenia entre 9 y 10 años sufrí una terrible decepción con la realidad, recuerdo como hacia lo imposible para no ir a la escuela, no levantarme, no hacer nada. Mi mama estaba muy preocupada pensando que algo más grave me había pasado, recuerdo su cara llorando en una reunión con la que entonces era mi maestra, y también alguna que otra visita al medico. Aunque por entonces ya no era normal que me enfermase, sí lo fueron los primero años de mi vida. Tenia largos episodios de problemas respiratorios, entre las horas que no dormía y las visitas al medico mi papa me regalo unas primeras historietas, que luego fueron mis primeros dibujos. Encontré, sin saberlo, un refugio en donde podía hacer lo que quisiera, y era tan valido y real como mi malestar. Es más fácil ahora poder entender mi desilusión en ese momento, y porque comencé a dibujar en adelante.
De todas formas, este lugar fue solo mío durante muchísimo tiempo. Pero, volvamos, no a la isla, sino a La Plata, a donde me encuentro hoy. Mientras tomaba mate sentí ese malestar en el estomago otra vez. En el año 2007 fui operado, era una sorpresa para los médicos como alguien de 23 años podía tener tan tempranamente cálculos en la vesícula. Para mi no lo era, pero, bueno, era parte de un secreto. Me operaron entonces, y me sacaron la vesícula. Mi estadía en la isla me ocasiono un desorden alimenticio que aun me afecta; si tomo mucho mate, por ejemplo, entre otras cosas.
Hoy recordé cuando empezó todo esto, fue luego de la nube de flechas que nos atacó por sorpresa ese mediodía de Enero, a William, al León y a mi. Habíamos logrado sobrevivir casi ilesos tapándonos debajo de los árboles. El León no tuvo tanta suerte y fue alcanzado por una de las flechas, además ya poseía un disparo de Willam en una de sus piernas. Herido huyo selva adentro. Detrás de él se aproximaban a nosotros el sonido de unos 100 hombres. Pensé en correr en dirección a donde había escondido el mapa.
Willam tiro el fusil y puso sus manos en la cabeza, desde entonces íbamos a ser rehenes.

lunes, 27 de mayo de 2013

CAP. 9

Un misterio

En mi vida tuve mucha suerte, muchísima. He conocido a personas increíbles, algunas reales, otras tal vez no. Muchas de ellas siguen en mi vida, algunas con cotidianidad. A las más interesantes de ellas las atesoro, muchas veces, en algunos de mis dibujos. Es como una manera de llevarlas conmigo. Ese mes en la isla conocí a una de las que cambiarían mi vida para siempre; me gusta creer que yo hice lo mismo con la suya. En un principio fue el misterio el que nos unió, en el mismo momento en el que me salvo de ser comido por un León. Luego fue la compañía que nos dimos. Por ultimo, la soledad.
Cuando las olas del río comenzaron a subir y bajar para nivelarse nuevamente pude observar, detrás de los últimos árboles que daban a la orilla, algo gigante, como sumergido en el agua. En parte por el misterio que me atraía, y un poco por el miedo al León que seguro me esperaba unos metros más adentro de la isla; me aproxime lentamente; sin dejar de mirar atrás.
Hasta entonces estuve sin rumbo, un poco sin saber hacia donde volver, o como hacerlo. Definitivamente este fue un encuentro de mucha suerte. Apareció justo a tiempo, y aun hoy sigo sin saber quien encontró a quien, pero eso no es lo importante. Estar en el momento justo, y en le lugar indicado; puede cambiarte la vida, como a mi me la cambio.
Mientras me aproximaba escuche a lo lejos unas ramas moverse, el sol ya había salido por completo, pero aun así no se veía demasiado. Debajo de las sombras que dan los árboles hay un extraño color en el aire, hay cosas flotando alrededor, hojas, ramitas, y una pelusa espesa, que algunos llaman “baba de diablo”. Volví a escuchar otro ruido de ramas y pisadas, esta vez más cercanas y más violentas, viniendo hacia mi dirección. Gire mirando hacia atrás (en la medida que avanzaba) unas 4 veces por cada paso. Cuando ya me aproximaba a la costa escuche un disparo, como un estruendo, luego vi el impacto de la bala en el árbol que me separaba de la costa, y del misterio. Volví a mirar para atrás, 1 disparo más. Un grito humano, y uno de León. Ya me encontraba de espaldas a la costa, decidiendo si ir en ayuda de William, que seguro me siguió al no ver el mapa entre sus cosas; o de atravesar las últimas ramas y seguir mi camino hasta donde estaba eso gigante que me salvo.
Me sentí culpable, así que volví atrás, selva adentro; lo otro podía esperar. Antes de emprender mi marcha coloque el mapa en la copa de aquel árbol que recibió el impacto de la bala, para poder reconocerlo. Simplemente lo arroje hacia arriba, tuve que hacerlo en 2 oportunidades hasta que se trabara en lo alto. Entonces volví a tomar el palo que anteriormente me había salvado la vida y corrí, como pude, ya que mi pierna tenia aun un pequeño resentimiento. Mientras me acercaba escuchaba la voz agitada de William Something, lo sentía hacer proezas para sobrevivir. Ambos estaban en el claro que había entorno a las esculturas de piedra. Al llegar Willam intentaba recargar su antiguo fusil, y el León cojeaba de una de sus patas, sangrando. Rugía, de furia, de hambre. Tal vez de incomprensión, todo esto debería ser tan raro para él como para nosotros. Ambos me miran, el ingles me dice algo en ingles que no entiendo. El León me ruge en un idioma mucho más universal. William me vuelve a repetir lo mismo, yo le grito un ridículo “aidounou” mientras me saco la mochila, el León se aproxima, el fusil no carga, mi palo da vergüenza, ruge, grito, habla en ingles. Me acerque a Something, trace una línea entre nosotros y la bestia, esperando que funcione otra vez. Recién ahí pude comprender lo que William me repite:
- are shooting arrows, cover yourself!!!
Al mirar al cielo una nube de flechas venia hacia los tres.

lunes, 29 de abril de 2013

CAP. 8

Permiso

Camine, y camine. Habré caminado horas. Pensé mucho. Hay cosas que concluí esa noche que todavía me resuenan. Estaba amaneciendo, y en mi cabeza amanecía también.
Por entonces era un pibe que pretendía vivir de lo que quería. Hoy también. La sustancial diferencia es que esa noche concluí que de seguir adelante con mi planes en la vida, no habría una vuelta atrás, tal y como sucedieron lo hechos, luego, esa misma noche.
Voy a ser un poco más especifico con este capitulo en particular, tal vez es momento de hacer un recuento de lo ocurrido hasta ahora. No voy a robar espacio con eso, ya que bien pueden volver atrás y leer los capítulos anteriores.
El asunto que sucedió esa noche fue, específicamente, el “permiso”. Hacia unos años ya que había decidido ser dibujante, y por mal que aun me pese, es algo que decido todos los días. Pero fue esa noche en la que acepte la posibilidad de poder incorporar otros elementos, tal vez fantásticos, pero elementos en si. Se preguntaran: ¿A dónde?, la respuesta es: a todo.
Tal vez fue un León que había desaparecido hacia 15 años, y que entonces me perseguía. O quizás fue el soldado Inglés, queriendo completar su horrible tarea para encontrarse con su amada. Fue en el medio de esa extraña secuencia de estar atrapado que lo decidí, no solo atrapado en una isla, sino también en el tiempo, en la realidad (si se quiere), y en la supervivencia. Ahí me di permiso a mi mismo de hacer con mi vida lo que quisiera; no solo en la “realidad” a la que venia acostumbrado antes de desembarcar; sino también esta, en la que caí como una bestia en una trampa.
Me lo explico mucho mejor alguien en esa isla, “Jugar con la fantasía es jugar con la posibilidad de que la fantasía juegue con nosotros”. Estaba por encontrar a esa persona, y todas las cosas iban a cambiar nuevamente. Pero antes tenía que pasar una prueba de fuego, vencer mis miedos.
Ya había amanecido, y en el camino encontré un par más de estas esculturas de piedra. Con la puesta del sol salía también la posibilidad de ser visto. No solo por el León, sino también por William, que de seguro no tardaría en darse cuenta que me escape con uno de sus mapas, y que además me lleve también la pólvora de su fusil. Todo el paisaje tenía un extraño color rosa.
Esta vez agarre un palo (por más fantasía que me permita) las garras de un León son muy afiladas. Lo hice un momento antes de volver a escuchar sus pasos, fue un reflejo intuitivo. En ninguna de las ocasiones en la que estuve a su asecho (antes y después) supe bien que hacer, creo que la inexperiencia de ser presa de una bestia me jugo siempre malas pasadas. No sabes cuando fuiste visto, cuando estas a tiempo de correr, si vos lo viste o cuando aun no te han encontrado. Hay algo de esto que me recuerda mucho al juego amoroso, aunque compararlo con la captura de un León sea un poco torcido, algo, algo hay.
Empecé a correr. Percibí la ausencia de sonido que hacen los árboles al rozar, un poco más adelante. El río estaba ahí, tenía que llegar y tirarme. Corrí, corrí y corrí. En un vistazo hacia mis espaldas pude verlo, así, fugaz. Sentí mucho miedo.
Cuando volví la vista me tope con otra de estas esculturas gigantes, tuve que frenar, fui alcanzado. Lo vi aparecer de un salto, mirarme, y crear ese suspenso que hacen los felinos antes de devorar su presa. Se movía despacio hacia mí. Nos separaban unos 5 metros, no tenia salida.
Ahí fue que recordé lo que venia pensando esa misma noche. No se bien que fue lo que me hizo reaccionar de esa manera, no se si fue un impulso acertado, o una intuición. Con el palo que sostenía dibuje una línea horizontal entre nosotros. Como algo simbólico. El León se la quedo mirado, extrañado, más aun que yo, viendo que mi absurdo plan funcionaba.
Dio un par de vueltas, no entendía. A penas un minuto después algo increíble paso. Fue primero un sonido muy raro, luego la subida del río por detrás de mi, hasta tapar mis talones, una ola pequeña que borro la línea que me protegía. El León me miro, y salio corriendo, asustado. A mis espaldas algo gigante se movía.

lunes, 22 de abril de 2013

CAP. 7

7- Camino al amanecer

Rosas limitó la navegación de los ríos Uruguay y Paraná, buscando no perder los negocios y eliminar la competencia del litoral. Es por eso que invadió Uruguay, para obligar a que el dinero del comercio y la importación de la región pasaran por Buenos Aires.
Willam había llegado, tiempo antes, para hacer un relevamiento de la zona. Estuvo de espía durante algunos años, desde donde mantuvo contacto, no solo con sus generales y superiores, sino también con su amada, mediante correspondencia. Parece que este periplo al que sometió su vida llevaba bastante tiempo.
Este golpe ambicioso de Rosas hizo que Francia e Inglaterra (entonces las dos potencias más poderosas del mundo) se levantaran en armas y bloquearan el puerto de Buenos Aires. Buscando comercializar sus productos avanzaron por el río Paraná. William debía encontrarse con ellos, y advertir de la estrategia armada que lleva “el restaurador” y su humilde frente de batalla. Pero aquí estamos. Un León y yo somos el impedimento para que este ingles de mitad de siglo 19 se reencuentre con su destino, y su amor. Pero falta bastante para saber de este desenlace.
Esa noche, mientras William dormía, me escape. No se si fue la perturbación de no saber quien de los dos estaba corrido del tiempo, de estar perdidos, de ser asechados por un León, o de la rivalidad que culturalmente teníamos. Un dato interesante: al año siguiente de la batalla de la Vuelta de Obligado murió Bernandino Rivadavia, quien autorizó pedir un préstamo a la Baring Brothers de Inglaterra, iniciando un extraño, oportunista, desparejo, eterno, y dañino vínculo con este país. En ese momento, incluso para William, nuestra rivalidad estaba comenzando.
Tome coraje suficiente, con mi rodilla aun sin sanar, y camine en dirección al Puente Brazo Largo.
Camino al amanecer, al menos, para aproximarme un poco. Si había cruzado el canal Irigoyen, esta debería ser una de las islas que suben por el Paraná. Pensé también que de ser de noche (pero cerca de la puesta del sol), la oscuridad me ayudaría a no ser divisado por el León. Antes de irme robe uno de sus mapas, por dos razones: una de ellas era para dar con información conveniente para poder salir de este extraño lugar. La otra fue más patriótica, para impedir que William llegue a cumplir su misión, ya que tal vez proporcionaría ventaja para el bando europeo. Habiendo visto y leído infinidad de cosas acerca de ciencia ficción, entiendo perfectamente que la historia no se puede modificar, pero las mañas tampoco. Tome uno de los planos y salí. En mitad del camino recordé aquellos imponentes monolitos de piedra que cruce antes de dar con el León. ¿Qué eran?, ¿a quienes pertenecían?. Un poco más adelante encontré algunos más. Pero… ¿Qué esconde de misterioso esta isla?.
Me despedí de William con la esperanza, sinceramente, de no verlo más. Estaba muy equivocado.

lunes, 15 de abril de 2013

CAP. 6


6 - Batalla

Estaba por ser la carnada de un León. Me negué. Tenía que haber otra escapatoria, no podía ser esa la única salida. Al parecer, entre el León y nosotros, esperaba una especie de bote, o algo, que nos llevaría de nuevo del otro lado. En mi caso, al menos, lejos de todo esto. Los planes de William Something eran otros.
La lluvia fue como un alivio, y a la vez una posibilidad de respiro. Empapado de pies a cabeza, encontré en mi mochila algunos recovecos secos, donde guardar mi cuaderno, refugiarlo. Fue ese cuaderno y unos cuantos garabatos el extraño vinculo que afianzó mucho nuestro diálogo. En un principio el ingles se mostró poco abierto a mostrarme sus habilidades, resulto ser un aplicado y novato ilustrador. Yo creo, sinceramente, que cualquiera de nosotros puede dibujar y disfrutarlo. Relajarse y no esperar nada de ello puede ser la primera puerta, el dibujo, más de lo que podamos aportarle a él, tiene mucho para enseñarnos. Tanto como la situación en la que me vi envuelto junto con este desconocido, años atrás, y que aquí les estoy contando
Este hombre estaba perdidamente enamorado, es una linda frase para comenzar esta parte, lo describe muy bien a mi amigo William. Había tenido un romance con una joven de su ciudad, salieron por un tiempo, y por razones de fuerza mayor tuvo que dejarla para hacer un viaje, este viaje, que lo trajo hasta el lugar donde nos encontró el destino, o vaya a saber qué. Su amor parecía ser el motor de todas sus decisiones, algunas veces, algunas personas, encuentran el combustible para hacer andar esa maquina. Si el amor es el motor, la vida debe ser la que hace la chispa para que arranque. ¿O al revés?, no lo se.
Le había prometido volver, le prometió hacerlo con honores. Prometió de más, a mi humilde entender. El amor no sabe esperar, a veces estoy convencido de que las cosas son más determinantes. Sin embargo acá estaba este extranjero, que se había ido para volver. Cosa rara y determinante. Yo creo, aun, que buscaba mediante este acto sacrificado enmendar algún error que había hecho. Es único lo que me explica tremenda travesía.
En ese momento muchas cosas se interponían entre ellos, un León, por empezar, y desde hacia un rato yo, negándome a ser la carnada de una trampa suicida.
Pero hay algo más oscuro en esta historia, un poco más entreverado, al que quiero llegar. Le pregunte si tenía una foto de ella. No me entendió. Le pregunte si tenía ya su pasaje de regreso, su vuelo (…) Tampoco me entendió. Le insistí sobre sus asuntos, ¿a que había venido al país?, y en especial a esa parte de la isla ¿?. Creo que prefirió ignorarme.
Cuando me mostró su fusil, su sable y sus mapas, entendí todo.
Me rogó nuevamente, tenia que subir sobre la isla y le quedaba poco tiempo. Solo una vez terminado el combate podría volver con su amada.
Unos barcos a vapor estaban llegando rumbo al norte, y las tropas de Rosas se armaban cerca de la costa para dar batalla.

lunes, 8 de abril de 2013

CAP. 5



5 - William Something

Me había despertado contento. Bastante para considerar mi situación los últimos días. Mi rodilla tenía unas vendas improvisadas con algún tipo de sabana o tela que claramente no eran para ese fin. El tipo que me había rescatado era un extranjero. Un ingles. Pensé que seria algún isleño, un turista, o alguien de paso. No estaba tan equivocado, de paso estaba, pero p
or ninguna de las razones que me pudiera imaginar en ese momento.
Su nombre era William Churchill, y su manejo del castellano era totalmente nulo. Me llamó mucho la atención eso en un principio, creo que fue lo primero de una gran lista de cosas extrañas. Una lista que inmediatamente incluyo su manera de hablar, y la escasez de elementos, su barba, su peinado, algo en su ropa no era muy normal. Siempre me llamaron la atención esos extranjeros que caminan por la calle Justa Lima, en pleno centro de Zárate. Últimamente, y con la imparable expansión de las fábricas en la zona, cada vez se los ve más. Pensé que seria algún tipo de empresario extravagante, que dio con el infortunio de cargar a cuestas un dibujante errante, y herido
La cabaña parecía hecha hacia unos días, sin martillo, sin nada. Eran unos troncos apilados, mucho más cerca de ser una toldería que una cabaña. Veía como se acercaban unas nubes a lo lejos, ni uno solo de esos troncos y nudos daban confianza. Ni siquiera impedían el paso de los sapos y ranas que buscaban refugio debajo de la sombra… la lluvia era inminente.
Fue y vino un par de veces, en una mesa improvisada tenía unas hojas y planos, en una de ellas dibujaba unas cosas, se rascaba la frente, borraba, y redibujaba otra vez.
Trate de explicarle del León, aunque con mis escasos recursos de idioma no llegamos a ningún lado. Habíamos dado por confirmado nuestros nombres, pero cada vez que intentaba explicarle el peligro ahí afuera, algo nos dispersaba. Me pare queriendo hacer una especie de teatralización. Note que mi pierna estaba mejor de lo que creía, pero no me iba a permitir ni correr, ni hacer grandes movimientos. Fue en ese momento que vi lo que tenía sobre la mesa: un plan, una especie de mapa, y unas pisadas de León dibujadas en la hoja. Le señale, y todo fue más claro. Parece que de ahí en más estipulamos un sistema de comunicación mediante dibujos. Mi cuaderno de Isla iba a tener mucho que ver, todo nuestro dialogo era un bosquejo de garabatos y formas. Fue entonces cuando empecé a decirle William “Something”, ante sus reiteradas correcciones en la pronunciación de su apellido. No le gustaba, claramente. Yo lo disfrutaba mucho, era parte del buen ánimo con el que me había levantado. Me duro poco igual…
Me explicó que no podíamos salir de esa parte de la isla, que estábamos atrapados, que el León nos impedía salir, que tenía un plan, pero que no podía ejecutarlo solo.
Concluí dos cosas importantes: la primera de ellas, y a juzgar por el lugar de la isla a donde él quería llegar, era que no íbamos para el mismo lado. Su intención era subir conforme el Paraná, hacia el Norte (ya veremos porque), y la mía volver por el Puente Brazo Largo.
La segunda conclusión: es que de su plan yo seria la carnada.
Unos segundos después se largo a llover.

lunes, 25 de marzo de 2013

CAP. 4

4 - No tan distintos.

Corrí con desespero, con extrañas energías nuevas. Las que otorga el miedo.
Estamos en un momento de mi historia, ésta que aquí les cuento, un poco determinante. Bastante, para ser precisos. Es creer o reventar. Espero que no exploten y me sigan, al menos, por lo que resta de éste capitulo. Ya, luego, queda en ustedes.
Como les contaba, corrí, lo digo sin miedo al ridículo, ya que cualquiera de ustedes hubiera hecho lo mismo. Sin embargo me llevo muy bien con el ridículo, somos buenos amigos desde que soy chiquito. Hoy, y con algo de distancia, pienso en que debería haber tirado la mochila, trepado a un árbol o a una de esas extrañas piedras. Hoy, con distancia, entiendo que muy diferente es vivir las cosas, experimentarlas. Es como en las películas de terror, donde vemos a uno de los personajes ir a su propia muerte, y decimos: “yo agarraba un palo, o algo”. Otros dirán: “¡yo salgo corriendo!”. Bueno, eso hice. Y mientras me adentraba en la selva, y mi corazón rozaba el paro cardíaco, se me cruzo por la cabeza que no éramos tan diferentes. Ambos estábamos en un lugar extraño, yo llevaba menos tiempo que él, pero ninguno pertenecía a ese lugar. En algo nos parecíamos, estábamos perdidos. No es que se me había ocurrido sentarme a dialogar con el León, ni mucho menos, solo se me cruzo por la cabeza en la medida q corría, desesperado, sin mirar atrás. En algunos movimientos bruscos lograba evitar que me alcance, no concretaba verlo por completo, pero sentía su persecución, su caminar pesado, el manotazo de sus garras. Aun así, queriendo comerme y todo, algo nos unía. Yo lo busqué a él, y él era en ese momento quien me perseguía. Algo de mi infancia me preparo para ese momento, algo de mis noches de pesadillas, donde corría desesperado por no ser alcanzado, un poco de todo eso me dio las herramientas y las energías para sobrevivir.
Vi pasar las hojas que había clavando a los árboles, pensé que de encontrar el río nuevamente me seria una buena escapatoria. Eso no sucedió, el evitar ser alcanzado me llevó cada vez más adentro de la isla.
Tengo en la rodilla izquierda, aun, una cicatriz de esa persecución, fue durante una de las jugadas que me salvo la vida. Llegue a un pequeño barranco, desde arriba se podían ver las raíces de los árboles que trepaban en el borde, y más debajo de eso la total oscuridad. Sin dudarlo, salte. “Lánzate y la red aparecerá” dice Goethe.
Ahí me abrí la rodilla, me desmaye a mitad de mi caída. Recuerdo el grito salvaje del León alejarse mientras yo descendía. Un rato más tarde estaba acostado en una cabaña; mire alrededor, había un fusil, un saco, cuchillos, unos rollos de papel. Alguien se acerco a mí, y con un acento muy Ingles me dijo:
- Quiet, everything will be fine

lunes, 18 de marzo de 2013

CAP. 3

3 - Correr

Empecé por seguir unas pocas huellas que había alrededor. Hacían círculos, cruces de idas y vueltas. En varias ocasiones me encontraba en el mismo punto donde había empezado. A veces me costaba seguirlas, ya que al parecer el León había trepado, saltado, o algo por el estilo. Así que trepé y salté, o hice lo que pude. De vez en cuando recortaba alguna de las hojas del cuaderno y las clavaba a algún árbol. Me sentía una especie de Hansel y Gretel autóctono, previendo el retorno a casa. En algún momento de mi aventura se me cruzo preguntarme cómo habían sobrevivido esas huellas tanto tiempo; el paso del clima, las subidas del río, etc.
Mientras caminaba imaginaba un poco de este momento, este mismo, en el que le contase a amigos y familiares de mi aventura. También especulaba con encontrar algún tipo de hueso, de garra, o algo, que me diera credibilidad. Me estaba cansando, y no quería que la noche me agarrara desprevenido, tampoco quería pasar otro día más en la isla, algunas partes de mi ropa todavía estaban mojadas, y tenia un poco de hambre.
Un rotundo fracaso.
Hice un pequeño campamento, me fue imposible hacer fuego, mucho menos pescar. Así que comí algunas frutas que había por ahí y me eche a dormir, con la cabeza apuntando en el sentido al que volver. Me dormí con mucha sensación de decepción, también con un poco de miedo.
No descansé mucho, pero logré pasar la noche, con las primeras luces del sol junté ánimos para encarar el retorno. Aunque aun sin saber bien para qué lado, mi plan era volver a la costa y caminar por ella hasta encontrar algo, o alguien.
Mientras juntaba las cosas escuché unos ruidos, ramas y hojas, pero muy a lo lejos. Me apuré a juntar todo, me puse mi gorro y comencé a correr en esa dirección. Mientras avanzaba por esta parte virgen de la isla, a la mayor velocidad que podía, recuerdo cómo me lastimaba los brazos. Eran latigazos y espinas de todo tipo de plantas. Cada tanto frenaba para volver a escuchar el sonido, y reorientar mi persecución, entonces aprovechaba a rascarme todo lo que podía, brazos y piernas; era el momento en el que los mosquitos me alcanzaban. Volví a escuchar un sonido, esta vez más cerca, recuerdo que grite como a un náufrago que rescatan después de muchísimo tiempo; solo había pasado una noche después de perder el bote, exageraba. Es que nunca se está preparado para este tipo de reacciones. Ya me gustaría que el venir al mundo fuera acompañado de una especie de manual, o cuaderno. Eso haría un poco de justicia.
Grité de nuevo, lo hice un par de veces. Hasta que llegué a uno de los lugares más raros que había visto hasta entonces. Dos enormes piedras, talladas con caras extrañas, se levantaban como monolitos en medio de la selva.
A mis pies las pisadas que no había podido seguir el día anterior, las del León. Daban vueltas en círculo; como si al igual que yo no entendiera lo que sucedía con esas piedras. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Me sentí una especie de colonizador, a las puertas de un tesoro.
Detrás de mí volvieron los sonidos, pisadas. Parecían ser varias personas, o al menos dos. Cuatro patas seguro. Cuando caí a cuenta de eso no me quedo más que correr.

lunes, 11 de marzo de 2013

CAP. 2

2 - Pasado por agua

No sé cuánto estuve a la deriva en el agua, ni cómo llegué a la costa. Me desperté desparramado sobre la orilla, pero no como en las películas de cara a la isla, ni tampoco tan completo. Estuve mareado un buen rato, vomité, y en mi cabeza había enganchada una bolsa del antiguo supermercado Norte, ahora Carrefour. Pude recolectar algunas de mis cosas en la playa, la mochila casi entera. El cuaderno estaba pasado por agua, pero todavía servia; de "cósmico", el bote, no había rastros.
Recordé algo que me había contado mi amigo Juan, que tiempo atrás había ido a la isla junto a un taller de arqueología y antropología que daba la Municipalidad de Zárate. Me dijo: los árboles que crecen parejos en altura son de plantación humana, los desparejos son naturales. ¿Qué tanta relevancia tenía este dato en ese momento?, se preguntarán ustedes. El asunto era encontrar un lugar de la isla donde hubiera, al menos, un habitante al que acudir. No tenia ni un sentido de orientación, ni siquiera podía ver el puente Brazo Largo. La expedición venía siendo un fracaso, y casi pierdo la vida, era tiempo de volver a casa.
Después de como dos horas de volver del mareo (y luego de poner a secar al sol algunas de las cosas que se salvaron) intenté subirme a un árbol para poder buscar en el horizonte alguna persona; fue imposible, los árboles alrededor eran altísimos. Desistí de mi plan al segundo porrazo que me di contra el suelo. Fue ahí cuando encontré algo increíble, tanto para esta historia que hoy les cuento, como también para mi historia personal; ya se enterarán por qué.
Mientras rodaba por el piso, y un poco antes de pararme, vi en el suelo unas huellas, enormes y animales, más bien gigantes. No eran de un perro. Y hacen bien en suponer lo que suponen, no por nada los introduje lentamente a donde los estoy llevando. Eran de León.
Recuerdo que en ese momento, luego de lo que me había pasado con el bote, y estando ahí tan a la deriva, encontrar eso fue retroceder unos diez años. Por entonces era un niño que soñaba que lo perseguía un León, que en muchas ocasiones lo alcanzaba. Podría hacer una interpretación pseudo-psicoanalítica bastante pedorra: era el miedo que me tenía a mí mismo. En ese momento había asociado la similitud del nombre del animal (y su figura indiscutida) con mi propio nombre, y ese gordito tímido de la escuela primaria que no se animaba a casi nada, solo dibujar.
Ahí estábamos, aunque en diferentes momentos, un León y yo. Esta vez todo era real. Y si bien no había probabilidades de encontrarlo con vida, sí podía encontrar una especie de trofeo, de oportunidad, de historia, algo que simbólicamente me devolviese, fuera del sueño que me quitó, algo de tranquilidad.
Agarré el bolso, todavía estaba bastante mojado. Para garantizarme poder volver sobre mis pasos arranqué una de las hojas, improvisé unas indicaciones de norte y sur y la clavé a un árbol.
Me armé de coraje y avancé sobre las huellas del León.

lunes, 4 de marzo de 2013

CAP 1

1- Salir de aventura.

Mi primer recuerdo de la isla es bastante viejo; es, calculo, un recuerdo común entre muchos de los que vivimos en Zárate. “Están quemando la isla” decían los mas grandes, cada vez que en el patio se esparcían unas minúsculas cenizas que el viento traía para este lado. Ese residuo un poco tóxico y volátil, fue mi primer contacto. Hace unos años el humo de esta actividad envolvió capital, e incluso parte de la ciudad de La Plata, fue noticia en todos lados. También recuerdo el misterio al ver la isla a lo lejos, desde la otra orilla, mientras me sumergía de chico en los veranos del club Náutico Arsenal. La miraba, y parecía una escenografía montada de cartón y papel, pintada con esos árboles inmóviles, e inquietantes. También recuerdo parte de sus historias, algunas tocaremos de cerca en ésta que hoy comienzo a contarles; es larga, les advierto que tengan paciencia.
Por este río habían pasado ingleses en los nuevos y fragantes barcos a vapor, allá por la batalla de la vuelta de Obligado. Por este mismo río habían cruzado convictos de una cárcel, buscando refugiarse en la isla. Desaparecidos, pescadores, aventureros, ladrones de todo tipo, enamorados, y más. En uno de los balnearios funcionaba un pequeño zoológico, de donde un León escapo una vez; cuentan que lo mataron, a sangre fría, de un disparo; hay quienes dicen que es mentira, y que sigue vivo en algún lugar de la isla. Fue hace muchos años, a esta altura ya debe haber muerto.
Hace poco una noticia me llamo mucho la atención, un ingles vino a éstas aguas en búsqueda de la mantarraya mas grande del planeta, la encontró, y lo que mas me sorprendió, la volvió a soltar.
Mi nombre es Leonardo Gauna, nací en junio del 84 en esta ciudad, Zárate; en un hospital que queda al lado del sindicato de papeleros y a unas pocas cuadras de la rivera, ese día llovió muchísimo, los más sensacionalistas dicen que el río desbordó e inundó parte de la costanera. Pero la verdad es que yo de eso no me acuerdo.
Hace más de 10 años que estoy viviendo en La Plata, soy ilustrador. Vuelvo recurrentemente a mi ciudad. Es de sus costas, fauna y flora, que saco mucho del material que dibujo, y con el que trabajo. También de su gente, mis amigos y familiares. Es así como comienza esta historia.
Fue un verano de hace, no más, de 3 o 4 años; uno de mis primos, Pablo, me había conseguido un pequeño bote llamado “cósmico” para poder llegar al canal Yrigoyen, y así fotografiar ese lado de la costa, desconocido hasta entonces para mi. Llevaba comida, mi cuaderno de bocetos y provisiones para acampar de polisón en algún pequeño lugar, todo listo para dos noches de aventura.
Llegué, un pájaro me cago mientras caminaba a la costa con las cosas. Acampé la primera noche, no escuché a ningún León, pero tengo que confesar que tenía un miedo terrible, está bien, me gustaba la idea, e incluso alcancé a dibujar algunas cosas para distraerme. A la otra mañana salí en mi segunda recorrida, dejé la carpa armada y me llevé unas pocas cosas.
Jamás imaginé que el bote se daría vuelta, yo buscaba aventura, no estaba listo para lo que venia.