lunes, 29 de abril de 2013

CAP. 8

Permiso

Camine, y camine. Habré caminado horas. Pensé mucho. Hay cosas que concluí esa noche que todavía me resuenan. Estaba amaneciendo, y en mi cabeza amanecía también.
Por entonces era un pibe que pretendía vivir de lo que quería. Hoy también. La sustancial diferencia es que esa noche concluí que de seguir adelante con mi planes en la vida, no habría una vuelta atrás, tal y como sucedieron lo hechos, luego, esa misma noche.
Voy a ser un poco más especifico con este capitulo en particular, tal vez es momento de hacer un recuento de lo ocurrido hasta ahora. No voy a robar espacio con eso, ya que bien pueden volver atrás y leer los capítulos anteriores.
El asunto que sucedió esa noche fue, específicamente, el “permiso”. Hacia unos años ya que había decidido ser dibujante, y por mal que aun me pese, es algo que decido todos los días. Pero fue esa noche en la que acepte la posibilidad de poder incorporar otros elementos, tal vez fantásticos, pero elementos en si. Se preguntaran: ¿A dónde?, la respuesta es: a todo.
Tal vez fue un León que había desaparecido hacia 15 años, y que entonces me perseguía. O quizás fue el soldado Inglés, queriendo completar su horrible tarea para encontrarse con su amada. Fue en el medio de esa extraña secuencia de estar atrapado que lo decidí, no solo atrapado en una isla, sino también en el tiempo, en la realidad (si se quiere), y en la supervivencia. Ahí me di permiso a mi mismo de hacer con mi vida lo que quisiera; no solo en la “realidad” a la que venia acostumbrado antes de desembarcar; sino también esta, en la que caí como una bestia en una trampa.
Me lo explico mucho mejor alguien en esa isla, “Jugar con la fantasía es jugar con la posibilidad de que la fantasía juegue con nosotros”. Estaba por encontrar a esa persona, y todas las cosas iban a cambiar nuevamente. Pero antes tenía que pasar una prueba de fuego, vencer mis miedos.
Ya había amanecido, y en el camino encontré un par más de estas esculturas de piedra. Con la puesta del sol salía también la posibilidad de ser visto. No solo por el León, sino también por William, que de seguro no tardaría en darse cuenta que me escape con uno de sus mapas, y que además me lleve también la pólvora de su fusil. Todo el paisaje tenía un extraño color rosa.
Esta vez agarre un palo (por más fantasía que me permita) las garras de un León son muy afiladas. Lo hice un momento antes de volver a escuchar sus pasos, fue un reflejo intuitivo. En ninguna de las ocasiones en la que estuve a su asecho (antes y después) supe bien que hacer, creo que la inexperiencia de ser presa de una bestia me jugo siempre malas pasadas. No sabes cuando fuiste visto, cuando estas a tiempo de correr, si vos lo viste o cuando aun no te han encontrado. Hay algo de esto que me recuerda mucho al juego amoroso, aunque compararlo con la captura de un León sea un poco torcido, algo, algo hay.
Empecé a correr. Percibí la ausencia de sonido que hacen los árboles al rozar, un poco más adelante. El río estaba ahí, tenía que llegar y tirarme. Corrí, corrí y corrí. En un vistazo hacia mis espaldas pude verlo, así, fugaz. Sentí mucho miedo.
Cuando volví la vista me tope con otra de estas esculturas gigantes, tuve que frenar, fui alcanzado. Lo vi aparecer de un salto, mirarme, y crear ese suspenso que hacen los felinos antes de devorar su presa. Se movía despacio hacia mí. Nos separaban unos 5 metros, no tenia salida.
Ahí fue que recordé lo que venia pensando esa misma noche. No se bien que fue lo que me hizo reaccionar de esa manera, no se si fue un impulso acertado, o una intuición. Con el palo que sostenía dibuje una línea horizontal entre nosotros. Como algo simbólico. El León se la quedo mirado, extrañado, más aun que yo, viendo que mi absurdo plan funcionaba.
Dio un par de vueltas, no entendía. A penas un minuto después algo increíble paso. Fue primero un sonido muy raro, luego la subida del río por detrás de mi, hasta tapar mis talones, una ola pequeña que borro la línea que me protegía. El León me miro, y salio corriendo, asustado. A mis espaldas algo gigante se movía.

lunes, 22 de abril de 2013

CAP. 7

7- Camino al amanecer

Rosas limitó la navegación de los ríos Uruguay y Paraná, buscando no perder los negocios y eliminar la competencia del litoral. Es por eso que invadió Uruguay, para obligar a que el dinero del comercio y la importación de la región pasaran por Buenos Aires.
Willam había llegado, tiempo antes, para hacer un relevamiento de la zona. Estuvo de espía durante algunos años, desde donde mantuvo contacto, no solo con sus generales y superiores, sino también con su amada, mediante correspondencia. Parece que este periplo al que sometió su vida llevaba bastante tiempo.
Este golpe ambicioso de Rosas hizo que Francia e Inglaterra (entonces las dos potencias más poderosas del mundo) se levantaran en armas y bloquearan el puerto de Buenos Aires. Buscando comercializar sus productos avanzaron por el río Paraná. William debía encontrarse con ellos, y advertir de la estrategia armada que lleva “el restaurador” y su humilde frente de batalla. Pero aquí estamos. Un León y yo somos el impedimento para que este ingles de mitad de siglo 19 se reencuentre con su destino, y su amor. Pero falta bastante para saber de este desenlace.
Esa noche, mientras William dormía, me escape. No se si fue la perturbación de no saber quien de los dos estaba corrido del tiempo, de estar perdidos, de ser asechados por un León, o de la rivalidad que culturalmente teníamos. Un dato interesante: al año siguiente de la batalla de la Vuelta de Obligado murió Bernandino Rivadavia, quien autorizó pedir un préstamo a la Baring Brothers de Inglaterra, iniciando un extraño, oportunista, desparejo, eterno, y dañino vínculo con este país. En ese momento, incluso para William, nuestra rivalidad estaba comenzando.
Tome coraje suficiente, con mi rodilla aun sin sanar, y camine en dirección al Puente Brazo Largo.
Camino al amanecer, al menos, para aproximarme un poco. Si había cruzado el canal Irigoyen, esta debería ser una de las islas que suben por el Paraná. Pensé también que de ser de noche (pero cerca de la puesta del sol), la oscuridad me ayudaría a no ser divisado por el León. Antes de irme robe uno de sus mapas, por dos razones: una de ellas era para dar con información conveniente para poder salir de este extraño lugar. La otra fue más patriótica, para impedir que William llegue a cumplir su misión, ya que tal vez proporcionaría ventaja para el bando europeo. Habiendo visto y leído infinidad de cosas acerca de ciencia ficción, entiendo perfectamente que la historia no se puede modificar, pero las mañas tampoco. Tome uno de los planos y salí. En mitad del camino recordé aquellos imponentes monolitos de piedra que cruce antes de dar con el León. ¿Qué eran?, ¿a quienes pertenecían?. Un poco más adelante encontré algunos más. Pero… ¿Qué esconde de misterioso esta isla?.
Me despedí de William con la esperanza, sinceramente, de no verlo más. Estaba muy equivocado.

lunes, 15 de abril de 2013

CAP. 6


6 - Batalla

Estaba por ser la carnada de un León. Me negué. Tenía que haber otra escapatoria, no podía ser esa la única salida. Al parecer, entre el León y nosotros, esperaba una especie de bote, o algo, que nos llevaría de nuevo del otro lado. En mi caso, al menos, lejos de todo esto. Los planes de William Something eran otros.
La lluvia fue como un alivio, y a la vez una posibilidad de respiro. Empapado de pies a cabeza, encontré en mi mochila algunos recovecos secos, donde guardar mi cuaderno, refugiarlo. Fue ese cuaderno y unos cuantos garabatos el extraño vinculo que afianzó mucho nuestro diálogo. En un principio el ingles se mostró poco abierto a mostrarme sus habilidades, resulto ser un aplicado y novato ilustrador. Yo creo, sinceramente, que cualquiera de nosotros puede dibujar y disfrutarlo. Relajarse y no esperar nada de ello puede ser la primera puerta, el dibujo, más de lo que podamos aportarle a él, tiene mucho para enseñarnos. Tanto como la situación en la que me vi envuelto junto con este desconocido, años atrás, y que aquí les estoy contando
Este hombre estaba perdidamente enamorado, es una linda frase para comenzar esta parte, lo describe muy bien a mi amigo William. Había tenido un romance con una joven de su ciudad, salieron por un tiempo, y por razones de fuerza mayor tuvo que dejarla para hacer un viaje, este viaje, que lo trajo hasta el lugar donde nos encontró el destino, o vaya a saber qué. Su amor parecía ser el motor de todas sus decisiones, algunas veces, algunas personas, encuentran el combustible para hacer andar esa maquina. Si el amor es el motor, la vida debe ser la que hace la chispa para que arranque. ¿O al revés?, no lo se.
Le había prometido volver, le prometió hacerlo con honores. Prometió de más, a mi humilde entender. El amor no sabe esperar, a veces estoy convencido de que las cosas son más determinantes. Sin embargo acá estaba este extranjero, que se había ido para volver. Cosa rara y determinante. Yo creo, aun, que buscaba mediante este acto sacrificado enmendar algún error que había hecho. Es único lo que me explica tremenda travesía.
En ese momento muchas cosas se interponían entre ellos, un León, por empezar, y desde hacia un rato yo, negándome a ser la carnada de una trampa suicida.
Pero hay algo más oscuro en esta historia, un poco más entreverado, al que quiero llegar. Le pregunte si tenía una foto de ella. No me entendió. Le pregunte si tenía ya su pasaje de regreso, su vuelo (…) Tampoco me entendió. Le insistí sobre sus asuntos, ¿a que había venido al país?, y en especial a esa parte de la isla ¿?. Creo que prefirió ignorarme.
Cuando me mostró su fusil, su sable y sus mapas, entendí todo.
Me rogó nuevamente, tenia que subir sobre la isla y le quedaba poco tiempo. Solo una vez terminado el combate podría volver con su amada.
Unos barcos a vapor estaban llegando rumbo al norte, y las tropas de Rosas se armaban cerca de la costa para dar batalla.

lunes, 8 de abril de 2013

CAP. 5



5 - William Something

Me había despertado contento. Bastante para considerar mi situación los últimos días. Mi rodilla tenía unas vendas improvisadas con algún tipo de sabana o tela que claramente no eran para ese fin. El tipo que me había rescatado era un extranjero. Un ingles. Pensé que seria algún isleño, un turista, o alguien de paso. No estaba tan equivocado, de paso estaba, pero p
or ninguna de las razones que me pudiera imaginar en ese momento.
Su nombre era William Churchill, y su manejo del castellano era totalmente nulo. Me llamó mucho la atención eso en un principio, creo que fue lo primero de una gran lista de cosas extrañas. Una lista que inmediatamente incluyo su manera de hablar, y la escasez de elementos, su barba, su peinado, algo en su ropa no era muy normal. Siempre me llamaron la atención esos extranjeros que caminan por la calle Justa Lima, en pleno centro de Zárate. Últimamente, y con la imparable expansión de las fábricas en la zona, cada vez se los ve más. Pensé que seria algún tipo de empresario extravagante, que dio con el infortunio de cargar a cuestas un dibujante errante, y herido
La cabaña parecía hecha hacia unos días, sin martillo, sin nada. Eran unos troncos apilados, mucho más cerca de ser una toldería que una cabaña. Veía como se acercaban unas nubes a lo lejos, ni uno solo de esos troncos y nudos daban confianza. Ni siquiera impedían el paso de los sapos y ranas que buscaban refugio debajo de la sombra… la lluvia era inminente.
Fue y vino un par de veces, en una mesa improvisada tenía unas hojas y planos, en una de ellas dibujaba unas cosas, se rascaba la frente, borraba, y redibujaba otra vez.
Trate de explicarle del León, aunque con mis escasos recursos de idioma no llegamos a ningún lado. Habíamos dado por confirmado nuestros nombres, pero cada vez que intentaba explicarle el peligro ahí afuera, algo nos dispersaba. Me pare queriendo hacer una especie de teatralización. Note que mi pierna estaba mejor de lo que creía, pero no me iba a permitir ni correr, ni hacer grandes movimientos. Fue en ese momento que vi lo que tenía sobre la mesa: un plan, una especie de mapa, y unas pisadas de León dibujadas en la hoja. Le señale, y todo fue más claro. Parece que de ahí en más estipulamos un sistema de comunicación mediante dibujos. Mi cuaderno de Isla iba a tener mucho que ver, todo nuestro dialogo era un bosquejo de garabatos y formas. Fue entonces cuando empecé a decirle William “Something”, ante sus reiteradas correcciones en la pronunciación de su apellido. No le gustaba, claramente. Yo lo disfrutaba mucho, era parte del buen ánimo con el que me había levantado. Me duro poco igual…
Me explicó que no podíamos salir de esa parte de la isla, que estábamos atrapados, que el León nos impedía salir, que tenía un plan, pero que no podía ejecutarlo solo.
Concluí dos cosas importantes: la primera de ellas, y a juzgar por el lugar de la isla a donde él quería llegar, era que no íbamos para el mismo lado. Su intención era subir conforme el Paraná, hacia el Norte (ya veremos porque), y la mía volver por el Puente Brazo Largo.
La segunda conclusión: es que de su plan yo seria la carnada.
Unos segundos después se largo a llover.