lunes, 9 de septiembre de 2013

CAP 15

El río – segunda parte

El bote seguía colgado donde lo había visto la última vez, el agua alcanzaba a tocarlo un poco y lo tironeaba, se lo quería llevar como a la mayoría de las cosas alrededor. No vi rastro alguno de William, grite, lo llame, pero nada, el agua se lo había llevado como a tantas cosas. Me despedí en silencio mientras caminaba hacia el bote, no tenía mucho tiempo, las olas no dejaban de subir y arrastrarlo todo; árboles, ramas, el campamento entero, solo sobrevivían las enormes esculturas de piedra ancladas a la tierra. El mismo río que me había ayudado a escapar del León unos episodios atrás también me había sacado de ese pozo donde éramos prisioneros.
Tome los remos que estaban colgados, junto a otra cabaña, y desate el bote. Me subí muy torpemente y comencé a remar pero fue en vano. La corriente me llevo por donde quiso, cada vez más adentro de la isla. En algunos momentos lograba aferrarme a algún árbol, pero siempre era imposible resistir más de 3 o 4 segundos, el bote me arrastraba por donde el río quería. Luego la velocidad comenzó a disminuir. Entonces vino el regreso, igual de abrupto, las olas volvieron con la misma fuerza por donde subieron y me llevaron con ellas
La lluvia se hizo más intensa, no se veía por donde avanzaba, y el bote no dejaba de golpearse contra cosas que no podía identificar. Golpe tras golpe, pero cada vez con menos frecuencia. Los movimientos se tornaban menos violentos, la velocidad disminuía, y los pocos árboles que veía comenzaban a desaparecer. De pronto veo algo que no olvidare jamás. La lluvia espesa se despeja lentamente y puedo ver que el bote comienza a alejarse. El río me había sacado de la isla y devuelto al canal principal. No más movimientos abruptos del bote, por el contrario, una extraña calma se apodero de mí por unos segundos. Solo el ensordecedor ruido de la lluvia pegando contra el río. A lo lejos veo unas luces muy altas. Imagino que es el puente, que estaba al fin de regreso. Pero no. Me cubro la cara con mi brazo e intento ver que hay en torno a esas luces precarias, a unos 2 kilómetros más o menos . No lo podía creer, era una imagen tan imponente como aterradora. Una flota de barcos y buques anclada en las cercanías de la orilla, frente a la isla, esperaba el cese de la lluvia para seguir avanzando. Alrededor de unas 100 naves, entre grandes y chicas. Habría en esas embarcaciones unas 800 personas tripulándolas. Yo había quedado expuesto casi en medio del canal del río, un poco camuflado por la lluvia, junto con mi bote y unos de los remos. No se en que momento del naufragio que me saco de la isla perdí el otro. Comencé a remar en dirección a la isla, nuevamente.
Una flota anglo-francesa se formaba para dar batalla. Sabía perfectamente que este momento llegaría, no pensé que seria sin la compañía de William. De seguro los barcos habían anclado esperando noticias e instrucciones de él. Tal vez era el encuentro en el que entregaría los mapas que yo le había robado la noche que me escape, haciendo una travesura patriótica. Los mapas eran un relevamiento geográfico contundente para la batalla.
No hay rastro de los nativos, tampoco de mi mochila ni mi cuaderno. Seguí con el bote recorriendo la orilla. Aún no había parado de llover, ni tampoco amanecido. Solo quería dormir, descansar, recomponer energías y ver como me salía de toda esta fantasía en la que estaba atrapado. También necesitaba comer, el alimento que nos proveían los nativos me había consumido el estomago, esa misma noche vomite un poco, entre nerviosismo y desesperación.
Me rendí en una curva del canal, cansado, ni siquiera sabia que buscaba. ¿Los mapas?, ¿el viejo?, ¿el León?, ¿el cuerpo de William?... ¿Qué?. Avance un poco más, la lluvia espesa parecía flotar en el aire, había de esa “baba de diablo” volando alrededor, y el clima se torno azulado. Ya había estado allí. Conocía esa sensación en el aire. Alguien gigante estaba cerca.


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